¿Y después del tratamiento?

¿Qué pasa después del tratamiento? Las secuelas del cáncer infantil que no siempre se ven.

Cuando un niño termina el tratamiento contra el cáncer, hay una palabra que todos quieren oír: curado.
Y sí, cuando llega, se celebra. Se llora. Se abraza fuerte. Se agradece.

Pero lo que pocas veces se cuenta es lo que ocurre después, las secuelas del cáncer infantil.
Cuando el hospital queda atrás y toca volver a casa. A la escuela. A la vida.
Ahí empieza otra etapa. Y esa etapa también merece ser contada.


Las secuelas del cáncer infantil físicas que deja en los niños

Gracias a los tratamientos actuales, muchas vidas se salvan. Y eso es un logro inmenso.
Pero esos tratamientos —la quimioterapia, la radioterapia, las cirugías— también dejan huella.
A veces son visibles. Otras veces no tanto.

Algunos niños sufren problemas de crecimiento. Otros, dificultades para concentrarse o aprender.
También hay quienes conviven con fatiga constante, o necesitan un seguimiento médico a largo plazo por posibles problemas cardíacos u hormonales.

Cada cuerpo es distinto. No todos tienen las mismas secuelas.
Pero todos necesitan ser cuidados más allá del tratamiento.

 
Las emociones que vienen después

Superar un cáncer infantil no es solo dejar atrás las medicaciones.
Es, muchas veces, empezar a gestionar lo que ha pasado.

Niños con miedo a que la enfermedad vuelva, que no se sienten como antes, que tienen ansiedad o pesadillas.
Y padres y madres que, tras meses de tensión, descubren el estrés postraumático cuando por fin “todo ha terminado”.

Volver a la vida cotidiana no es tan fácil como parece.
Cumpleaños, colegios, parques… todo eso puede sentirse diferente.

 
Acompañar también es curar

Muchos niños se enfrentan a miradas confusas. A comentarios que duelen.
Por eso es tan importante hablar de ello. Normalizar. Escuchar. Informar al entorno.

A veces, no hace falta mucho: un “¿cómo estás?” sincero puede abrir una puerta.

En la Fundación Alba Pérez creemos que el acompañamiento no termina con el alta médica.
Creemos que el cuidado después del tratamiento también forma parte de la recuperación.

¿Y tú, cómo puedes ayudar?

No hace falta ser médico para acompañar.
Puedes compartir información, puedes dar visibilidad a esta realidad, puedes escuchar sin juzgar.
Y si quieres hacer más, también puedes apoyar proyectos que cuidan de las familias, incluso cuando las batas ya no están.

Porque cada paso que damos juntos cuenta.
Porque cada gesto —por pequeño que sea— puede marcar la diferencia en el nuevo camino de un niño que ya ha pasado por demasiado.

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